Temporada de chapulines
La lista de los chapulines ya es vergonzosa. La ex diputada panista, Ruth Lugo, se fue al PRI. El senador del PRI, Miguel Ángel Chico, se fue a Morena. El diputado federal, Ricardo Sheffield, ya se fue del PAN y podría aparecer en Morena.
Son los tiempos de los chapulines.
La diputada Irma Leticia González se salió del PRI y podría ser la candidata a la alcaldía de Morena en Irapuato. La diputada panista Beatriz Hernández, ‘Bety Blue’, se salió del PAN y está en espera de una nueva oportunidad. El regidor del PRI de Salamanca, Armando Vázquez Rivera, renunció al tricolor. La ex perredista Malú Micher ahora es candidata al Senado por Morena en Guanajuato. El ex alcalde de Silao, Carlos García Villaseñor, se salió del PAN y ahora será el candidato de Andrés Manuel para la alcaldía de Silao.
Ya no hay pudor. Ya no les da vergüenza dejar un partido para irse a otro, como si los principios y la ideología no fueran importantes. Cambian de partido sin pena alguna
Ya no hay pudor. Ya no les da vergüenza dejar un partido para irse a otro, como si los principios y la ideología no fueran importantes. Cambian de partido político sin pena alguna. Al contrario, en lugar de apenarse, los políticos renuncian como un acto de dignidad y suelen soltar acusaciones fuertes y denuncias que nunca hicieron cuando estaban dentro, sino hasta que los relegaron.
A nivel nacional hay muchos ejemplos. El ex dirigente nacional del PAN, Germán Martínez, será candidato de Morena para el Senado. El senador panista, Javier Lozano, está en la campaña de José Antonio Meade, el candidato del PRI. La senadora Gabriela Cuevas, del PAN, ya se fue con Andrés Manuel López Obrador. Margarita Zavala renunció al partido para lanzarse como independiente. Hay casos extremos, como el mismo Ricardo Monreal, que era del PRI, se fue al PRD y ahora está en Morena.
La mayoría de ellos se cambia por una sencilla razón: no les dieron hueso, ni cargo. Y cuando sus partidos de origen les cierran el paso se convierten en democráticos y renuncian. Muchos de ellos dan los mismos argumentos cuando se van: el partido perdió los ideales, ya no es lo que era, se torcieron los valores del partido, ya no es un partido democrático, el partido está controlado por un solo grupo.
La mayoría de ellos se cambia por una razón: no les dieron hueso ni cargo. Y cuando sus partidos de origen les cierran el paso se convierten de pronto en ‘democráticos’
En realidad, casi todos renuncian porque no les dieron nada en la repartición de los panes. Cuando les dieron un hueso, el partido era democrático. Cuando ya no les dieron nada, el partido se echó a perder.
Siempre ha habido chapulines y trapecistas, como Manuel Bartlet, que era un símbolo del peor PRI y ahora es miembro distinguido de Morena. O como Leonel Godoy, que era del PRD, o como Yeidckol Polenvky que fue candidata del PRD y ahora está en Morena.
En León hay varios casos históricos. En el 2000, Eliseo Martínez dejó el PAN cuando no pudo ser gobernador y terminó compitiendo por el PRI y por el Verde. En el 2012, el doctor José Ángel Córdova renunció al PAN cuando perdió la elección interna y se fue a ser candidato por el PRI en León. Y perdió.
Las contiendas internas siempre han dejado viudas y personas lastimadas. Pero este año ha sido peor. Este año, los mismos partidos han fomentado la traición y la deserción como un recurso para desarmar a los adversarios. Y esto todavía no termina. Estamos en marzo, en plena temporada de chapulines.
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