Nobel de Medicina para Ambros y Ruvkun
Los dos científicos estadounidenses reciben el premio en 2024 por sus descubrimientos sobre microARN, una nueva clase de moléculas de ARN diminutas que desempeñan un papel crucial en la regulación genética
Los investigadores Victor Ambros y Gary Ruvkun han sido distinguidos con el Premio Nobel de Medicina 2024 por sus descubrimientos sobre microARN, una nueva clase de moléculas de ARN diminutas que desempeñan un papel crucial en la regulación genética, según ha anunciado este lunes el Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia.
El Premio Nobel de este año honra a dos científicos por su descubrimiento de un principio fundamental que rige cómo se regula la actividad genética. «Los microARN están demostrando ser fundamentalmente importantes para el desarrollo y el funcionamiento de los organismos», han señalado desde la Real Academia Sueca de las Ciencias, que este lunes ha anunciado el primero de los galardones de los Nobel de este año, que distinguen seis categorías: Fisiología o medicina; Física; Química; Literatura; Paz y Ciencias económicas.
Victor Ambros, nacido en 1953 en Hanover, y Gary Ruvkun, en Berkeley en 1952, ambos estadounidenses, se interesaron por el modo en que se desarrollan los distintos tipos de células. Descubrieron el microARN, una nueva clase de moléculas de ARN diminutas que desempeñan un papel crucial en la regulación genética.
Su descubrimiento revolucionario reveló un principio completamente nuevo de regulación genética que resultó ser esencial para los organismos multicelulares, incluidos los humanos. Ahora se sabe que el genoma humano codifica más de mil microARN. Su sorprendente descubrimiento reveló una dimensión completamente nueva de la regulación genética. Los microARN están demostrando ser fundamentalmente importantes para el desarrollo y el funcionamiento de los organismos.
Este descubrimiento era un nuevo principio de regulación genética, mediado por un tipo de ARN previamente desconocido, que era el microARN. Los resultados fueron publicados en 1993 en dos artículos en la revista ‘Cell’. Aunque los resultados eran interesantes, el inusual mecanismo de regulación genética se consideró una peculiaridad de ‘C. elegans’, probablemente irrelevante para los humanos y otros animales más complejos.