La violencia campa a sus anchas en Tamaulipas desde hace meses. Reynosa es ya la capital de la balacera. Pero las cosas se han puesto aún peor en las últimas semanas. Disparos, secuestros, persecuciones, carros volcados y cortes de calles y carreteras. Un completo caos que el presidente Peña Nieto tenía previsto visitar este martes 30 de enero. Y que ha suspendido por razones desconocidas. El pequeño detalle es que, como publicó esta semana el diario El País, «el lunes acabó con seis muertos, todos civiles. El martes, con cinco militares heridos y uno muerto. Y el miércoles, esta ciudad del norte de México amanecía con bloqueos en al menos diez calles y avenidas, camiones cruzados, neumáticos ardiendo».
El miedo parece que ha llegado hasta Los Pinos. O eso al menos interpretan los corresponsables extranjeros que cubren la realidad mexicana. Los voceros del Gobierno de momento no saben, no contestan. O más bien niegan la evidencia: «la visita nunca estuvo confirmada». La realidad parece ser otra y todo estaba preparado para que el presidente de la República viajara a la conflictiva ciudad de Reynosa a inaugurar una obra. Tal y como confirmó el propio gobierno del Estado:
«El martes se iba a inaugurar el último tramo de una vialidad. Pero llamaron de Presidencia, para decir que la visita se iba a ‘reagendar’. No dieron motivo, ni dijeron para cuándo»
La historia oficial, como ven, quedó otra vez hecha añicos. El «no hay cancelación porque nunca estuvo confirmado» de Los Pinos no coincide con la versión de los funcionarios del estado que Peña Nieto pensaba visitar. Al parecer, y según publicaron algunos medios locales, el propio Estado Mayor Presidencial, encargado de la seguridad del mandatario, ya se había puesto en contacto con la Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas para coordinar el operativo.