Al minuto 82, la fiesta se detuvo. Estábamos bailando cuando un señor de la mesa de al lado gritó: “Ya va a entrar Donovan”. Y dos o tres curiosos fuimos corriendo a ver la transmisión en su teléfono celular -recargado sobre la mesa, junto a los tragos-, a mitad de una buena pachanga.
Donovan se ve peligroso. Donovan tiene imán. Donovan es la sensación y la nueva ilusión de toda una ciudad
Me abstraje de la fiesta para concentrarme en el celular del vecino. La escena era emotiva. Donovan, el jugador más importante de Estados Unidos, la estrella norteamericana, el que jugó en Alemania, el que nos metió varios goles en partidos importantes, el que hacía jugadas fantásticas, estaba debutando con el León.
La fiesta entró en una suave pausa futbolera. Al menos para mí y para mi nuevo amigo del celular. Donovan entró a la cancha y corrió en la delantera. Donovan tocó un balón. Donovan dio un pase. Donovan hizo un sprint. Donovan se ve peligroso. Donovan tiene imán. Donovan es la sensación y la nueva ilusión de toda una ciudad.
El árbitro pitó el final y todos celebramos. Fue un gusto ver el triunfo y fue una alegría extraña ver el debut de un norteamericano con el León. “Todavía es bueno”, dijo un cuate, al sugerir un brindis por Donovan.
“¡Brindemos por Donovan!”. “¡Salud por Donovan! ¡Para que nos de triunfos y goles!”. El señor de al lado apagó el celular y seguimos bailando.