Alerta máxima: un hombre estornudó en el supermercado
El virus está afuera, esperándote. En el aire. En una puerta. En un escritorio. Ahí está el bicho. En una bolsa de papas. En el abrazo de un amigo. En el beso amoroso de un familiar
Son las 8 de la mañana en México. Te levantas y checas el calendario: Martes 21 de abril. Prendes el televisor y te das cuenta de la noticia del momento: México acaba de entrar a la Fase 3 de la pandemia del coronavirus. Como si hubieras entrado a un vagón del Metro o al siguiente nivel de un videojuego: Entraste a la Fase 3.
Ni siquiera sentiste nada al entrar. Pero sabes lo que eso significa. No puedes salir de casa. Ahora sí viene el aislamiento real. No puedes ir con los amigos. No puedes visitar a tus papás. No puedes salir a correr a la calle, ni al parque. No puedes ir al restaurante. No hay que ir a la oficina. Te da miedo ir al Walmart por el huevo y las tortillas.
El virus está afuera, esperándote. En el aire. En una puerta de acceso al supermercado. En un escritorio. En los billetes. En las manos de la cajera. Ahí está el bicho. En una bolsa de papas. En un vaso de vidrio. En un vecino. En el abrazo de un amigo. En el beso amoroso de un familiar.
Te metes a la cocina y ves tu realidad. No tienes agua, no tienes hielos, no tienes leche, y hay que salir a la tienda. Te asomas a la ventana y te da miedo. Sacas el cubrebocas y los guantes, y sales a la selva a buscar comida.
Un virus diminuto, invisible para el ojo humano, que mide 200 nanómetros de diámetro -una partícula de polvo es gigante ante él-, acecha a los seres humanos. Es un virus mortal. Lo llaman coronavirus o Covid-19. Puede viajar en el aire hasta un metro y 40 centímetros y puede vivir hasta 3 días, en una superficie de madera, en el acero o en un papel. Ahí puede estar agazapado, en cualquier lado, listo para infectarte. Es un virus que presuntamente proviene de los murciélagos y que sufrió una extraña mutación en Wuhan, China, desde donde se propagó por todo el mundo y ha infectado a 2.5 millones de personas.
La gran amenaza del planeta, no es una bomba nuclear, ni una bomba atómica. Tampoco es el calentamiento global, ni una invasión extraterrestre o un ataque de zombis. El real peligro del mundo es el coronavirus que destruye el sistema respiratorio -no existe vacuna-, y que puede causar la muerte en días.
El mundo se ha desprogramado. Como un virus que entra al sistema y que destruye todo en la computadora de la vida. La economía está paralizada. Los sistemas de salud han colapsado. El precio del petróleo llegó a -37 dólares por barril como nunca en la historia. Los gobiernos están en shock. Los signos vitales de la economía mundial se mantienen con un respirador artificial.
La gente está volviéndose loca. Una enfermera del IMSS en Jalisco apareció ayer en redes sociales para denunciar que un derechohabiente le arrojó cloro en el cuerpo. “Como si estuviera sucia”, contó. El cloro despintó su bata y cayó en sus ojos. “No se vale. Estamos siendo agredidos, porque lo único que estamos haciendo es ayudar”, dijo la enfermera Paulina Solorio, sollozando, en un video, mostrando su bata desteñida por el cloro. En el Estado de México, por ejemplo, varias tiendas Elektra y Bodega Aurrerá han sido saqueadas con el pretexto del coronavirus. Los habitantes de Sayulita, en Nayarit, en tanto, no dejaron entrar a los turistas al pueblo, por miedo a que les lleven el Covid-19. Y el otro día, casi se activa una alerta en el supermercado por un estornudo. Alerta máxima. Alerta máxima: un hombre estornudó en el supermercado. Cada estornudo, cada tosido, cada pequeño síntoma, es un acto de terror. Una emergencia mundial.
Tu no sabes exactamente qué está pasando. Te metes a la tienda y compras tu agua y tu leche y te vas a casa, a encerrarte, a cuidar a tu familia, con la sensación de ser tu mismo un personaje literario de José Saramago, dentro del Ensayo sobre la Ceguera, donde un virus infecta a los seres humanos y los deja ciegos. Solo que en tu historia la enfermedad es real y tu eres el personaje principal, y algún día contarás que entraste a la Fase 3 y que te refugiaste en tu casa, con la puerta cerrada, a piedra y lodo, con llave, como en un capítulo de Guerra Mundial Z, el libro de ciencia ficción apocalíptica de Max Brooks.
Welcome a la Fase Tres. Acceso autorizado. Buena suerte.
Si algún día, alguien lee esto en el futuro, es porque habremos sobrevivido.