Agarran a El Marro dormido; fue una lluvia de balazos
Todos en el pueblo de Franco Tavera dormían a las 3 de la madrugada. Incluido El Marro. El Ejército y la Fiscalía de Guanajuato hicieron un operativo silencioso y efectivo para capturarlo
La señora Juana estaba dormida, en su casa del rancho, cuando la despertó una lluvia de balazos, como a las 3 de la mañana. En la casa de al lado, doña Claudia despertó con el mismo ruido de los balazos en la madrugada. En la acera de enfrente, otra vecina, Toña, se levantó con el estruendo de una explosión y se asomó por la ventana para ver qué estaba pasando en el rancho de Franco Tavera.
El Ejército Mexicano había tomado el pueblo.
“Eso fue una lluvia de balazos. Era un arma y otra y otra. No había forma, varias detonaciones, fueron muchas, no sé cuántas, pero fueron muchas”, contó Juana, horas después, en el lugar de los hechos.
La captura de El Marro se hizo en 30 minutos, según cuentan los pobladores. Fue una operación silenciosa, rápida y efectiva. Los policías estatales y los militares agarraron a todos dormidos en Franco Tavera. Todos estaban dormidos en el pueblo. Incluido el mismo José Antonio Yepez Ortiz El Marro.
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El escondite de El Marro era una casa de rancho, donde criaban gallos y caballos. Una finca vieja que pertenecía a don Roberto hace 3 años, pero que a su muerte quedó bajo control del Cartel de Santa Rosa de Lima. Es una finca grande, toda bardeada, en donde tenían jaulas de gallos y caballos.
“Ahí nadie vivía”, dijo don Arturo, un señor que vende carnitas en el local de la entrada, y quien es sobrino del anterior propietario. “No sé cómo estuvo, pero mi tía les dejó la propiedad a estos señores, pero no sabíamos quiénes eras. Ahí no vivían. Solo llegaban diferentes hombres en diferentes momentos y se metían y salían. Ahí tenían varias personas que cuidaban a los gallos y a los caballos. Pero nunca supimos que ahí estaba El Marro, ¿Imagínese?”, dijo Arturo, el vendedor de carnitas.
Por fuera, no se veía nada. La finca está a la orilla de la carretera, pero no se veía nada. Desde la calle solo se aprecia una reja negra, un pasillo largo rodeado de plantas y un portón verde en el fondo. Por ahí todavía anda un perro que cuida la puerta, pero no es un lugar que llamaría la atención de nadie. Afuera de la finca, hay un negocio de carnitas, y del otro lado, está la Telesecundaria 104 Franco Tavera.
Ahí se escondía El Marro. A un lado de la telesecundaria y atrás de un local de carnitas. Ahí fue la balacera.
El Ejército Mexicano rodeó la finca y cerró todas las entradas. La propiedad tiene una puerta pequeña por la parte de atrás, pero ahí se instalaron también los soldados. No había ninguna salida.
Lo primero que hizo el Ejército Mexicano y la Marina, fue rodear la propiedad sigilosamente y lanzar una bomba en el interior. El tronido despertó a todos.
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Unas horas después, doña Claudia describió el estruendo: “Fue una explosión muy fuerte. Esa explosión que hubo, uno no puede decir fue granada, fue esto, pues no lo sabemos qué es, pero sí algo raro, algo fuerte. Fueron como dos o tres explosiones muy fuertes”, platicó la señora.
“A mí me despertó el mismo ruido. Las motocicletas que pasaban. Los balazos. La explosión. En la noche se oía todo”, contó la vecina Claudia.
¿Cuántos balazos se escucharon?
Uy no pues. Eso fue una lluvia de balazos. Era un arma y otra y otra. No había forma, varias detonaciones, fueron muchas, no sé cuántas, pero fueron muchas”, dijo Juana.
¿Fueron 500 balas, 1000 balas?
“No la verdad no sabría decirle, pero eran ráfaga tras ráfaga, no sé la verdad cuántas decirle”, dijo.
“Fue una descarga buena”, completó otra amiga.
La señora Toña platicó también lo que ocurrió en la madrugada. “Nos despertó la balacera, como yo vivo aquí enfrente, pues aquí se escuchaba todo. Yo escuché dos balaceras nada más, con eso que estaba una dormida. Se oían los balazos y las explosiones, alternadas. Primero los balazos y luego las explosiones”, recordó.
“Cada quien estaba dormida, cada quien estaba en su casa”, platicó Juana.
A esa hora, en la madrugada, nadie quiso salir a la calle. “Se oía el ruido, pero no salimos”, dijo Toña.
Todas ellas, Juana, Claudia, Toña, eran vecinas de El Marro, vivían a 50 metros y a 100 metros de distancia del hombre más peligroso del estado. Pero no lo sabían.
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El pueblo de Franco Tavera, está ubicado a la orilla de la carretera. Es un pueblo de 400 casas y mil 622 habitantes. Aquí la gente se dedica a la agricultura y los jóvenes se van a trabajar a los Estados Unidos. Varios de sus habitantes todavía hablan la lengua otomí. La mayoría de los pobladores trabaja en una empacadora de hortalizas que manda sus productos a Estados Unidos. La empresa se llama Altex Xtra y antes era la Bird Eyes.
Aquí se escondía El Marro.
El pueblo de Franco Tavera fue construido a lo largo de la carretera, frente a la empacadora. Muy cerca de aquí, a 5 minutos, está localizado San Antonio de Los Morales, el pueblo donde nació El Marro y donde vivía su mamá. Y a 8 minutos está Santa Rosa de Lima, el centro de operaciones del Cartel del Huachicol.
El ducto de Petróleos Mexicanos pasa por este territorio, como a 2 kilómetros de distancia. En toda esta región El Marro montó un imperio del crimen.
El Marro nunca se fue del rumbo.
El día que lo iban a capturar en la cueva, en Rincón de Centeno, andaba como a 15 minutos de distancia. El día que lo buscaban en Neutla, andaba como a 10 minutos. El Marro se movía de un pueblo a otro, de una finca a otra, y se cambiaba de finca con frecuencia para no ser descubierto. Pero esta vez El Marro cometió un error grave: Mandó secuestrar a una empresaria de Apaseo El Alto y dejó un rastro telefónico para cobrar el rescate.
Desde unas horas antes, a las 11 de la noche, ya andaban por ahí los drones de la Marina, platican los pobladores. “Desde muy temprano ya andaban los drones por aquí”, dijo una vecina. “Los drones se oyen haga de cuenta como un ventilador, y se ve la luz. Mi niña, la más chiquita, fue la que se percató de eso y me dijo: mamá, ahí andan unos trones. Eso fue como a las 11 de la noche. Y aquí andaban muy bajitos”, dijo.
El Marro nunca se dio cuenta
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El Marro cayó como a las 3:30 de la madrugada, según los testimonios. Sus cinco escoltas trataron de responder a los balazos, pero estaban rodeados. No había forma de salir. Era una lluvia de balazos dijo la señora. Esta vez El Marro no se escapó por un túnel. No salió cojeando por la azotea, como ocurrió una vez. Ni recibió a tiempo el pitazo.
José Antonio Yepez Ortiz, El Marro -el jefe del huachicol, el capo más buscado, el criminal que dijo que pelearía hasta la muerte-, fue capturado en un operativo limpio, sin heridos, ni muertos. Uno de los delincuentes más sanguinarios y despiadados de México prefirió entregarse que morir en combate.